martes, octubre 11

2-2


A las 8:30 de la mañana se paró mi reloj infantil. Así es, en pleno 10 de octubre (día de mi cumpleaños) se terminó la pila de mi relojito de pulso; coincidencia extraña, pensé.

“Dulces 22”, con todo lo que ello implica; con las lecciones de vida y con la enorme melancolía, con los “nuevos” amigos y con aquellos quienes ya han recorrido un buen tramo del camino a mi lado, con los encuentros y reencuentros. “Dulces 22”, me miro al espejo y me pregunto qué tanto he cambiado…

Escuela, día normal. Todos saludan, algunos recuerdan la fecha y me regalan un fuerte abrazo, sin saber lo mucho que lo necesito. En pleno aniversario de mi natalicio me veo precisada a crecer de golpe y a comprender que la vida puede ser inexplicable y desconcertante.

El domingo lloré, quizás nadie comprenda mis razones. El domingo lloré por alguien que no es de mi familia, por alguien a quien quiero con todo mi corazón. Lloré por el enorme miedo que me provoca la posibilidad de perder a una de las personas más importantes en mi vida.

Pareciera que todo se complica… Recuerdo que de niña los errores me parecían reversibles porque mis padres podían solucionar casi cualquier desperfecto. Era egocéntrica, desquiciadamente feliz, pues no sabía de todas esas “cosas de adultos”; no sabía de momentos críticos.

Hoy cumplo 22 años y las circunstancias me piden actuar como adulta, dar la cara y dejar a un lado el dolor. Mis 22 años me exigen ser fuerte en lo posible y demostrar que puedo servir de apoyo, que soy capaz de poner en práctica todo lo que alguien me enseñó con esmero, amor y dedicación.

Este 10 de octubre Claudia me acompañó a un parque cercano, yo tenía muchísimas ganas de jugar en el sube y baja… subir y bajar… subir y bajar… Había olvidado qué se siente, había olvidado que los momentos más hermosos son los más sencillos.

Nos encontramos con un par de niñas: Leslie de nueve años y Tania de 11. Jugamos con ellas, las cuatro nos trepamos al sube y baja y después nos lanzamos por la resbaladilla. Por un momento volví a ser desquiciadamente feliz… Me transporté a mi niñez, ese fue un hermoso regalo de cumpleaños.

“Dulces 22”, aunque yo no esté lista ha llegado la hora. Sólo espero poder enfrentar los momentos verdaderamente decisivos, pues son esos los que nos llenan de experiencia.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

No importa la edad. Llora...el dolor debe de fluir. Y yo tengo que irme

Jessica Sosa Echagaray dijo...

ahhh, chinisima!!! creo que la conozco!!!!
tomo clases con cecilia no se que , quien sustituyo al profe mafud??
p.d. japy berdei ;)

Anónimo dijo...

TE VOLVISTE A SENTIR JOVEN?
PUES YO HACE MUCHO NO ME SENTÍA TAN VIEJA, CON ESA PLENA CONCIENCIA DE QUE TODO ES COMPLICADO Y TIENE SUS CONSECUENCIAS (COMO UNA SERIA LESIÓN POR SUBIRME AL SUBE Y BAJA MÁS ALTO QUE HAYA VISTO O LANZARME EN POSICIONES EXTRAÑAS EN UNA TÉTRICA RESBALADILLA).
COMO SEA DA GUSTO RECORDAR LA BUENA VIDA, PERO SOBRE TODO COMPARTIRLO CON UNA GRAN AMIGA.
QUE MAL, YO TAMBIÉN ME PUSE CURSI!!!

Gade Herrera dijo...

Changos, so soy el que está mal.. no permito que otros lo estén... Ánimo china, si ust'e es requete alegre, no se me achicopale, no arrastre el cachete por el camino con más piedritas, vidrios rotos y popo de perro.

Échele ganas y nos vemos en la adjun´tía... ja.

Dantés dijo...

Crecer no es tan malo. Ja!

Anónimo dijo...

Pues me pasé el fin de semana junto al teléfono esperando la llamada oficial para el Chinofestejo... pero rién de rien... O sease, me salí de la lista de notables invitados.
Bueno, ya que... No siempre se puede permanecer en la alfombra roja... Snif, snif... Felicidades como sea, chinisima.

P. D. Mis favoritos son los columpios, pero bueno... el sube y bajas está bien.

Jessica Sosa Echagaray dijo...

...se me olvido felicitarla