miércoles, octubre 14

Moulin Rouge!

Éramos inconscientes, éramos extrovertidos, éramos más jóvenes… En aquellos años acababan de abrir un cine en una plaza comercial cercana a la prepa, ahorrábamos nuestros pesos, íbamos al supermercado y comprábamos un bote de helado que escondíamos en la mochila, y una bolsa de cacahuates o un paquete de chocolates. Estábamos listos para la función.


Hoy lo recordé perfectamente cuando mis ojos se toparon con la portada del disco: Moulin Rouge!… Ésa fue una de las primeras películas que nos aventamos en el Cinemark de Plaza Oriente. Y los ojitos me brillaron cuando entró a cuadro un Ewan MacGregor que, habrán de disculpar lo superfluo del cometario, era mucho más atractivo que en su papel de Mark Renton.


Un musical impresionante… como uno de esos sueños cursis hechos realidad. La atmósfera de fantasía con sus azules profundos y, por supuesto, con su rojo: rojas las bocas de las bailarinas, rojos sus vestidos, rojo el cabaret… Christian y Satine enamorados bajo la luna y las estrellas… La gente del cine impresionada… Nicole Kidman en un papel clásico, pero muy bien logrado.


Y no lo pude evitar, compré el disco. Llegué a casa, encendí el reproductor… fue casi en automático: Your song, la canción más significativa del soundtrack. Como aquella vez en el cine, los primeros acordes me estremecieron… como cuando tenía 16 años. La voz de Ewan McGregor acompañada por la London Orchestra me hizo recordar que hace casi ya 10 años yo soñaba con un escritor que me regalara versos.


Sir Elton John compuso la canción, pero el Moulin Rouge se la apropió… muchos de nuestra generación la escuchamos por primera vez: “And you can tell everybody this is your song…”. Entra Ewan, luego un piano… desde abajo los violines… irrumpe, bien plantada, la voz de Alessandro Safina. Es increíble cómo la música trae tantos recuerdos, quizás cuando más se necesitan.


David Bowie en primerísimo lugar. Fat Boy Slim hechos unos locos con Because we can… Al soundtrack sólo le reprocho la ausencia de los covers de Like a virgin y de The show must go on. Roxane hecha tango… ¡qué decir! Lady mermelade: toda película necesita un éxito comercial… Come what may, el himno romántico, el dueto… la reafirmación del amor que lo puede todo.


Volver a ver Moulin Rouge!… con los amigos y un bote de helado… como cuando estaba en la preparatoria. Volver a enamorarme de Ewan McGregor, y creer… creer que en algún lugar está mi escritor con sus versos, aunque yo no sea la protagonista, la joya del cabaret.

lunes, octubre 12

Isabel Puestes: in memoriam

Dijiste que tenías miedo de morir y quizás no sabías lo mucho que me asustaba escucharte decir eso… nunca tuve una respuesta, ni pude decirte que había un cielo, y es que yo no lo sabía de cierto, yo sólo te miraba con mi sonrisa de lado y el nudo en la garganta, tragándome el llanto.


Dijiste que te arrepentías de muchas cosas, de las historias tristes de tu vida, de la soledad, esa que en tus últimos días abanderaste como tu castigo: el castigo por no haberte casado “como Dios manda”, por haber cometido el tonto error de “meterte” con un hombre casado. Dios castiga… sí, Dios castiga.


Las noches en el hospital eran lúgubres y dolorosas, para ti y para mí; yo siempre tan egoísta. Odiaba verte sufrir, odiaba cambiarte el cómodo y entrar al cuarto séptico, odiaba que las enfermeras me regañaran por quedarme dormida… me odiaba a mí. Pero a ti en realidad te quería… mucho.


Los últimos días, aquellos en que aún podías hacer una “vida normal” (comer, caminar…) te llevé helado y pastel, y te compré las flores esas que tanto te gustaban: aves del paraíso. Y una de esas veces en que quise evadir mi realidad lo volví a ver a él, aunque te había prometido que no me metería en más problemas.


Yo sabía que te estabas yendo y que él no me amaba. El día que fui a comprar tu último regalo de cumpleaños él me reprochó que estuviera tan amargada y que me diera por pensar tanto en la muerte. Yo no dije mucho, quería llorar y no pude; no tenía su cariño, pero tampoco quería su lástima.


No volví a saber nada de él, hasta el día de mi cumpleaños; no le di mucha importancia. El médico había dicho que morirías pronto, según los cálculos, quedaban unos días. Él se había acordado de mí, pero yo no tenía cabeza para ese asunto; yo sólo pensaba en que no quería que murieras.


Grité con todas mis fuerzas, mientras tomaba tu mano… mi padre dijo que no sabía hacer otra cosa que llorar. Entré contigo a la sala de urgencias y salí de ahí tres horas después, abatida. Tenía que ir al trabajo y te dejé… llegué a casa molesta. En la mañana algo me dolía, era el pecho… y en el autobús se me salieron las lágrimas.


Fue mi hermana quien se enteró primero, pobre. Le dijeron que había sido a las cuatro de la mañana… y yo te había dejado. Me odié por lo que te hice… por lo que me hice… me odié por dejarte sola: ese fue el final de mi larga lista de errores contigo. Luego vi tu cuerpo ya sin vida y después la caja con tus cenizas.


Con él me encontré de nuevo, un par de meses después. Era la primera vez que me besaba y dijo que lo hacía para que me sintiera mejor… Pero esas cosas no funcionan, el amor, o lo que se le parezca, también se muere. Y yo me pregunto por qué te fuiste, en dónde estás.


Mírame aquí… escuchando la canción de la serie de televisión coreana que tanto te gustaba, sin tener a quién decirle que me duele tu ausencia… Mírame aquí… pensando en el final de las cosas, con la vista fija en ninguna parte… esperando que me digas si cuando todo terminó, ante la muerte… el miedo se fue…


** Una canción de Alejandro Sanz con la cual me siento identificada en varios fragmentos... y entonces me la apropié.


Se le apagó la luz

Alejandro Sanz


Yo no siento nada,

pero presiento que a chorros se escapa

la magia de mi alma gastada.


Ella en la calle tirada,

algunas sirenas lejanas

que suenan en la noche olvidada

de los caballos de acero,

tu gasolina, mi sangre y su cuerpo,

se mezclaron en el suelo.


El gris de la carretera, dibujando su melena...


Y la luz se le apagó,

y su voz se le apagó...


Se le apagó la luz tembló

y no llega la camilla

luché buscando una salida

para ir a escuchar su corazón

con las manos confundidas

no me mantengo en pie

no llego hasta la niña de mi vida.


¿Por qué no habla no entiendo?,

hace un momento me iba diciendo:

"No corras tanto que tengo miedo".

La ambulancia volaba,

entre la vida y la muerte pensaba

que echaba tanto de menos su casa


Amarga risa en la cama,

imagina que es una Diana

con todas esas agujas clavadas.

Bromea sobre su suerte,

la hace sentirse más fuerte

entre la vida y la muerte

se piensa tan diferente...


Y la luz se le apagó,

y su voz se le apagó...


Se le apagó la luz tembló

le cerraron las cortinas

y escuchó pasar la vida

y el suave latir de un corazón

la indirecta comprendida

una torpe despedida de

la niña de su vida.

domingo, octubre 11

Y ya fueron 26

Tengo 26 años… yo misma pedí en la pastelería la dedicatoria: “Felicidades China”. Tengo 26 años y una estrella en el firmamento virtual que me regaló Karelin. A los 26 estoy más cerca de los 30, aunque a veces me comporte como adolescente, con mis crisis existenciales.


Me gustan las historias de terror, las que me dan más terror que la realidad… Me gustan las historias de hombres lobo y de vampiros, aunque a la hora de un romance me decidiría por un licántropo. El café es mi color preferido, no me importa si los psicólogos dicen que revela mediocridad.


Hoy ya tengo 26. Dicen que la luna de octubre es hermosa, pero desde esta ventana no se alcanza a mirar. Mi madre me regaló unos zapatos; como cuando era niña, me llevó a la zapatería, eligió unos muy lindos, de piso… dicen los que saben de moda: unos flats, y yo fui feliz con el simple detalle.


Mi hermana proporcionó el gesto lírico: “Penélope, con su bolso de piel marrón…”; así es, ahora tengo una bolsa nueva, ja. Baruch… mi brother… él envió un correo electrónico desde Roma, reafirmando su noble deseo de que un día deje de preocuparme “por pendejadas o pendejetes”.


Los cumpleaños después de los 25 son cosa seria, lo hacen a uno reflexionar. Me viene a la mente una frase de la película italiana Manuale D’Amore: “El corazón es lo último que muere, sigue latiendo aun fuera del cuerpo, aun cuando a quien amas te abandona, aun cuando ya no quieres sufrir…". A mis 26 años mi corazón se aferra a latir fuerte.


Me gusta la verdad, pero odio la crudeza que lastima… A mis 26 años he comprendido la importancia de la empatía, de los secretos, de la complicidad. Y aunque haya quien lo dé por hecho, una mentira dicha mil veces jamás se convertirá en una verdad. Tengo 26 años y aún confío en que el mundo puede cambiar.



Si me miras desde el cielo,

si es que aún puedo creer,

mantén muy firme mi anhelo,

que nadie lo pueda romper.


Con la marca de tu duelo,

de lo que ya no pude hacer,

de mi alma rota en el suelo,

de lo que ya no pudo ser.


Si tú tienes el consuelo,

si me escuchas y me ves,

tú bien sabes que te quiero

y que aún sufro por lo que fue.


Haz que pueda comprenderlo,

que todo tiene su final,

haz que pueda desprenderlo,

sin fracturar este cristal.


Que la vida tiene un velo,

ahora que tú ya no estás,

que es muy frágil el capelo,

y las heridas duelen más.


Y si esto es un camelo

que me pudiera destrozar,

cubre mi pecho de hielo,

para poder continuar.

Penélope, La China

domingo, octubre 4

Título inexacto

Bailar cura… ocuparse… reír… Pero lo que en realidad me ha hecho sentir alivio es un poco de perdón… para mí… ante mis errores. No soy perfecta: soy pasional, dramática, reprimida, intolerante, exigente, paranoica… soy débil a veces, y obstinada, me cuesta trabajo tomar las cosas con calma y olvidar.


Pero quiero pensar que todo está bien, que cometo faltas humanamente aceptables, que vivir con tanta “intensidad” es un síndrome socialmente tolerado… que no es peor que embriagarse o fumar compulsivamente. Quiero pensar que puedo perdonarme, que puedo desprenderme de lo que me hace mal, que puedo responsabilizarme de mis errores con un poco de madurez.


Hace unos días se lo pregunté a mi amiga Diana: “¿Crees que he cambiado mucho?”: la respuesta fue afirmativa. Han sido meses complicados, me atrevo a decir que un par de años complicados… y de repente he cambiado, y no logro comprenderme del todo. No sé si antes era más divertida, no sé si antes era más afable, no sé si antes era menos “densa”… no sé si aquella noche que vi morir a mi abuela también se murió una parte de mí… no lo sé.


Aprendí a no esperar “compasión”, aprendí a no esperar demasiado… pero también aprendí a agradecer una palabra precisa, un acto de presencia en el momento adecuado, un “te quiero” sincero. El día de mi cumpleaños hubo reunión, correos, mensajes… tres días después, mi familia estaba en un crematorio, esperando una caja.


Fue obvio que mucha gente se alejara: a nadie le gusta hablar de la muerte, es un tema crudo. Sin embargo, vino la contraparte: aún recuerdo los abrazos de mis compañeros de trabajo, recuerdo a Fher al teléfono, diciéndome lo difícil que le era actuar en momentos así, pero que estaba ahí… para mí.


Recuerdo el café de chinos con Diana, cuando mi voz se quebró al decirle que todo había terminado, cuando me escuchó por enésima vez… ella fue testigo del largo y doloroso proceso. Recuerdo las palabras de Rubén, su apoyo. Recuerdo a Marisela pidiéndome que fuera menos dura conmigo.


A veces me pregunto si me recuperaré del todo; mi padre dice que de eso uno nunca sana por completo. Con frecuencia pienso en mi abuela, en el final de la vida, en el cáncer, pero también con frecuencia reitero la promesa de vivir lo mejor posible, de estar para mí y para el mundo, de hacer las cosas de tal modo que ella siempre esté orgullosa de mí.


“¿Crees que he cambiado mucho?”… Antes era yo más dulce, más ingenua… hoy ya no sé con exactitud quién soy. He estado en diferentes lugares, con distintas personas, he fracasado, he construido mis logros… Pero hoy, en estos momentos, sólo quiero perdonarme: por lo que ya pasó, por lo que estuvo mal, por los errores que ya están “hechos”. Uno nunca comienza de cero, pero hoy yo quiero reiniciar desde este lugar.

***

Las despedidas casi siempre son abruptas, pero cuando uno ha hecho lo que puede, lo que debe, cuando uno se ha entregado… entonces puede despedirse con tranquilidad. Y todo continúa, porque así debe ser.


Adiós

De Saloon


Sabes bien, que fui yo

quien tomó tu mano.

Sabes bien, que mi amor

es más real que yo.

Y la luz de tu voz

nunca se apagará,

y el final de este amor no tiene que llegar.


Y siempre es así,

la vida nunca para de cambiar.

No llores, que también me harás llorar,

no es nuestro amor tan sólo es un final.


Adiós, amor,

te quiero no lo vayas a olvidar.

Adiós, amor,

sabíamos que iba a terminar.

Adiós amor,

No llores, que también me harás llorar.


Adiós, amor, no es nuestro amor tan sólo es un final.

Adiós...