Dijiste que tenías miedo de morir y quizás no sabías lo mucho que me asustaba escucharte decir eso… nunca tuve una respuesta, ni pude decirte que había un cielo, y es que yo no lo sabía de cierto, yo sólo te miraba con mi sonrisa de lado y el nudo en la garganta, tragándome el llanto.
Dijiste que te arrepentías de muchas cosas, de las historias tristes de tu vida, de la soledad, esa que en tus últimos días abanderaste como tu castigo: el castigo por no haberte casado “como Dios manda”, por haber cometido el tonto error de “meterte” con un hombre casado. Dios castiga… sí, Dios castiga.
Las noches en el hospital eran lúgubres y dolorosas, para ti y para mí; yo siempre tan egoísta. Odiaba verte sufrir, odiaba cambiarte el cómodo y entrar al cuarto séptico, odiaba que las enfermeras me regañaran por quedarme dormida… me odiaba a mí. Pero a ti en realidad te quería… mucho.
Los últimos días, aquellos en que aún podías hacer una “vida normal” (comer, caminar…) te llevé helado y pastel, y te compré las flores esas que tanto te gustaban: aves del paraíso. Y una de esas veces en que quise evadir mi realidad lo volví a ver a él, aunque te había prometido que no me metería en más problemas.
Yo sabía que te estabas yendo y que él no me amaba. El día que fui a comprar tu último regalo de cumpleaños él me reprochó que estuviera tan amargada y que me diera por pensar tanto en la muerte. Yo no dije mucho, quería llorar y no pude; no tenía su cariño, pero tampoco quería su lástima.
No volví a saber nada de él, hasta el día de mi cumpleaños; no le di mucha importancia. El médico había dicho que morirías pronto, según los cálculos, quedaban unos días. Él se había acordado de mí, pero yo no tenía cabeza para ese asunto; yo sólo pensaba en que no quería que murieras.
Grité con todas mis fuerzas, mientras tomaba tu mano… mi padre dijo que no sabía hacer otra cosa que llorar. Entré contigo a la sala de urgencias y salí de ahí tres horas después, abatida. Tenía que ir al trabajo y te dejé… llegué a casa molesta. En la mañana algo me dolía, era el pecho… y en el autobús se me salieron las lágrimas.
Fue mi hermana quien se enteró primero, pobre. Le dijeron que había sido a las cuatro de la mañana… y yo te había dejado. Me odié por lo que te hice… por lo que me hice… me odié por dejarte sola: ese fue el final de mi larga lista de errores contigo. Luego vi tu cuerpo ya sin vida y después la caja con tus cenizas.
Con él me encontré de nuevo, un par de meses después. Era la primera vez que me besaba y dijo que lo hacía para que me sintiera mejor… Pero esas cosas no funcionan, el amor, o lo que se le parezca, también se muere. Y yo me pregunto por qué te fuiste, en dónde estás.
Mírame aquí… escuchando la canción de la serie de televisión coreana que tanto te gustaba, sin tener a quién decirle que me duele tu ausencia… Mírame aquí… pensando en el final de las cosas, con la vista fija en ninguna parte… esperando que me digas si cuando todo terminó, ante la muerte… el miedo se fue…
** Una canción de Alejandro Sanz con la cual me siento identificada en varios fragmentos... y entonces me la apropié.
Se le apagó la luz
Alejandro Sanz
Yo no siento nada,
pero presiento que a chorros se escapa
la magia de mi alma gastada.
Ella en la calle tirada,
algunas sirenas lejanas
que suenan en la noche olvidada
de los caballos de acero,
tu gasolina, mi sangre y su cuerpo,
se mezclaron en el suelo.
El gris de la carretera, dibujando su melena...
Y la luz se le apagó,
y su voz se le apagó...
Se le apagó la luz tembló
y no llega la camilla
luché buscando una salida
para ir a escuchar su corazón
con las manos confundidas
no me mantengo en pie
no llego hasta la niña de mi vida.
¿Por qué no habla no entiendo?,
hace un momento me iba diciendo:
"No corras tanto que tengo miedo".
La ambulancia volaba,
entre la vida y la muerte pensaba
que echaba tanto de menos su casa
Amarga risa en la cama,
imagina que es una Diana
con todas esas agujas clavadas.
Bromea sobre su suerte,
la hace sentirse más fuerte
entre la vida y la muerte
se piensa tan diferente...
Y la luz se le apagó,
y su voz se le apagó...
Se le apagó la luz tembló
le cerraron las cortinas
y escuchó pasar la vida
y el suave latir de un corazón
la indirecta comprendida
una torpe despedida de
la niña de su vida.
1 comentario:
Un abrazo enorme.
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