domingo, agosto 17

Mejores amigas

Mi mamá dice que no podemos ser amigas, que madre e hija no pueden serlo; es una de tantas cosas en las que no estamos de acuerdo. Yo pienso, siento, que ella es la mejor amiga que puedo tener, la mejor persona con quien puedo compartir… la mejor…

Marisa siempre ha estado ahí para mí: cuando estoy bien y cuando estoy hecha un mar de llanto. Al borde de algunos precipicios me ha dado un empujón que, lejos de provocarme una caída lamentable, ha fortalecido mis alas para volar… aunque suene cursi.

A pesar de tener sus propios problemas, sus propios asuntos, mi mamá siempre se ha dado el tiempo de enseñarme a ser feliz; me ha enseñado a darle valor a los pequeños momentos y a los grandes logros, me ha enseñado a enfrentar los miedos y a intentar todos los días hacer de este mundo algo mejor.

Mi mamá es esa amiga que dice incluso las cosas que no quiero escuchar, esa amiga que jamás sentirá envidia ante lo que, bien sabe, he logrado con mucho esfuerzo; es esa amiga que no necesita adoptar una pose para parecer interesante o “de mundo”… las personas maravillosas no necesitan nada de eso.

La vida a veces es complicada… confusa… y todos necesitamos alguien en quien confiar, en quien apoyarnos. La vida también es maravillosa… sorprendente… y todos necesitamos alguien con quien descubrirla…


¡Gracias, mamá, por ser la mejor amiga que tengo… la mejor en todo!

martes, julio 8

Brasil 2014: mi gusto que dejó de ser culposo

No es que no me importen los problemas de mi país o del mundo… no es que sea ignorante… no es que tenga menor nivel intelectual… no es que me una a las masas (o tal vez sí y lo niego)…

Comencé a ver este Mundial con un tanto de amargura y escepticismo, criticando al segmento masculino del lugar donde trabajo por su exacerbada emoción por el futbol. De algún modo me prometí no dejarme llevar por la pasión, y mantener una posición “objetiva” ante un acontecimiento por el cual muchísima gente espera ansiosa durante cuatro años.

Decidí participar en una quiniela, “sólo por convivir”. Me gusta la idea de unirme a mis compañeros y amigos, de intercambiar opiniones y de que me tomen en cuenta aún sabiendo que no soy experta (y que la mayoría de veces, en cuanto a futbol, hablo por hablar y hago las cosas sólo por “latidas de corazón”).

En la oficina los he visto a todos compartiendo cervezas y botana, gritando frente a la pantalla y dándole consejos a los directores técnicos. En lo laboral, he presenciado cómo ponen en práctica su sorprendente creatividad… es la magia de estar en una agencia. Sin querer he aprendido sobre un deporte que siempre me había parecido bastante absurdo.

Y a veces pequeñas cosas que parecen intrascendentes nos conectan con otros. Hoy el taxista me venía platicando de todas las apuestas que ha ganado… y no ha sido el único. Muchas de las conversaciones que he iniciado en un taxi durante los últimos días comienzan con un: “¿a usted le gusta el futbol, señorita?, o algo como: “¿y cómo vio el partido de hace rato?”… Y entonces yo escucho, porque me gusta más escuchar que hablar.

Nos guste o no, el futbol es mucho más que un deporte, es todo un fenómeno sociológico y antropológico. Quienes se paran en una cancha en un partido mundialista son para la afición algo así como semidioses: han entrenado, han perfeccionado sus habilidades, tienen el don de provocar emociones…

Aquí y ahora, abiertamente expreso que este Mundial me he divertido. Quizás ya no hay figuras legendarias como en el de 94 (de esas de las que recuerdo que mi padre hablaba tanto)… o jugadores tan sexys como Paolo Maldini y Alessandro Del Piero, pero lo cierto es que, a partir de esta experiencia, en adelante no pienso pretender unirme a la élite “intelectual” que se jacta de odiar el balompié.

¡Nos vemos en la final!

jueves, julio 3

Finales

Sentada frente a ti los recuerdos se agolparon en mi mente. Sonreí. Nos despedimos. Estoy convencida de que dondequiera que vayas estarás bien... de que lo harás bien.

Yo hubiera querido tantas cosas... se me perdieron muchas esperanzas. Fue como otras veces: reír, hablar, hacer bromas... Comimos por última vez en el lugar de siempre. Fue como detener el tiempo un instante, como regresar a aquel momento cuando creí que podía construir algo... contigo.

Volví a casa pensativa, con un nudo en la garganta. Y en medio del vagón del metro, frente a personas extrañas, se me escaparon las lágrimas. No sé si a mis 30 años aún deban pasarme esas cosas... No sé cómo aliviar lo que de vez en cuando me sigue doliendo.

Y yo te quiero... quizás no como antes, porque todo cambia. Y quizás después, cuando dejemos de vernos en la cotidianidad, volvamos a ser extraños.

"Kiss me like you wanna be loved..."