A mitad de la clase entró Abraham con cuatro tacotes, ni más ni menos que para su amada profesora (o séase yo, ja); al parecer me veía muy hambreada porque José Antonio (otro de mis alumnos) estuvo a punto de regalarme un sándwich. Dejé los tacos para cuando terminara de explicar el tema.
Me zampé uno de pollo, otro de chicharrón en salsa verde y uno de papas con chorizo. Tan feliz me hizo aquella atención que decidí ir a darle las gracias a los chavitos. Pero resulta que andaban bastante ocupados, la siguiente actividad que tenían preparada era la Subasta de besos.
Y juro por Dios que yo sólo iba a agradecer lo de los tacos. Penélope, La China, se convirtió en víctima de sus propios pupilos…En aquél momento anunciaban a un tipo, pero nadie comenzaba con las ofertas; y ellos con sus caritas de desesperación, y yo de mensa, ahí, disque dándoles mi apoyo moral:
Verenise (sí, así se llama mi alumna): ¡Ándale, Penélope, tú nada más di que das 10 pesos!
Penélope: ¿Yo?, ¿Y yo qué tengo qué ver con esto?
Abraham: Eres nuestra maestra, así que tienes que ayudarnos… ¡Por favor! (cara de borrego a medio morir)
Penélope: Está bien… está bien. Yo digo eso, pero no pienso besar a nadie, ¿eh?
Jessica: ¡Aquí dan 10 pesos!… ¡10 pesos!
10 varos a la una… 10 varos a las dos…10 varos… Dos minutos después yo ya estaba trepada en la jardinera con aquél tipo justo frente a mí. En cuestión de segundos hice varias disertaciones: “Bueno, está guapo… De hecho, me guasta… Está lindo… Tiene bonita sonrisa… Bueno, pues qué tanto es tantito…”
Moreno, 1.75 de altura (eso le calculé), delgado. Moreno… con lo que me gustan los morenos. Cabello castaño oscuro, al hombro y recogido en una “colita”. Mirada seductora. Atractivo (a mí me atrajo mucho, ja). Pero lo mejor que ofrecía era, sin duda, su actitud: tipo audaz, fresco, resuelto.
— ¡Van a ver cómo se da un beso!
Ante tal comentario yo sólo abrí grande los ojos, sonreí y me puse bien flojita, dispuesta a cooperar… ¡Qué beso!, el mejor que he recibido (sí, claro, ya sé que no soy ninguna experta, jajaja). El tipo andaba “bien prendido”, tanto que hasta me mordió un labio, insisto, eso es ACTITUD.
Después del “buen sabor de boca” me acordé de toda la gente en la explanada, chalesss, me siento medio ridícula. Ni modo… por esta vez me asumo desvergonzada. No pagué nada y a cambio traigo una sonrisita idiota dibujada en el rostro. Si me encuentro de nuevo al morenazo, igual y negociamos otro beso…