Ahí estaba yo, abandonada en el Eje 8, a las nueve y cuarto de la noche, SOLA. Era la última noche del último semestre de la licenciatura y a mí me atormentaba un sentimiento de frustración.
Los amigos se quedaron ebrios en la fiesta, yo tenía en mente un plan cursi que nunca se cumplió… Lo único rescatable fue platicar con Gade y Diana, bailar con Cristina y Alex , y reírme con los comentarios sarcásticos de Javier; eso sin contar la gracia que me produjo el excesivo complejo de culpa de Berenice, ja.
Ante lo riesgoso de la situación, me vi precisada a treparme en el primer micro que pasó, uno que me dejaría en el Metro Escuadrón 201. Fue entonces que comenzó uno de esos extraños malviajes que, pareciera, sólo a mí me ocurren.
El chofer del micro, un tipo como de unos 24 años, recordó que yo le había preguntado si me dejaba en Rojo Gómez: “¿Oye?, tu vas para Cerro de la Estrella, ¿no? Yo paso por ahí, si te conviene, ahí cerca te dejo”.
Y la inconsciente de la China accedió. Me quedé ahí, sentada, mientras aquel muchacho quitaba el cartel. En el micro sólo estábamos él y yo, no obstante, la situación no me provocó miedo; extrañamente, él me inspiraba cierta confianza…
Andaba medio triste. Derramé un par de lagrimillas, las cuales sequé discretamente. Mientras tanto, el chofer se adentraba por aquellas angostas callecitas que daban la impresión de convertirse en un laberinto. Fue entonces que dio inicio una breve conversación:
— ¿Desde dónde vienes?
— De División del Norte
— Órale… ¿Y vienes de la chamba o de la escuela?
— De la escuela
— ¿Estudias en un CETIS?
Yo sonreí, aquel comentario me produjo mucha gracia.
— No, estudio en la Universidad, en la UNAM
— ¿Neto? ¡Qué chido! ¿Y qué estudias?
— Estudio Periodismo…
En ese momento me dio por contarle mi vida a un extraño:
— De hecho, hoy fue mi último día de clases, hoy terminé los créditos de la carrera.
— Supongo que vas a armar un pachangón, ¿no?
— Pues… después de casi cinco años, no estaría nada mal
— Órale… Pues, ahora, a buscar chamba, ¿no? No me digas que ya tienes chamba…
Ambos nos miramos. Observé la sonrisa dibujada en su rostro y el brillo en su mirada, me detuve en su gesto apacible.
— Periodismo… -dijo en voz baja- Periodismo… -y se quedó pensando-
En el cruce de Rojo Gómez y Ermita se terminó mi viaje:
— Pues aquí te dejo, ¿va?
— Muchas gracias
— No, de nada
— En serio, muchas gracias –sonreí-
Ya estaba muy cerca de mi casa. Tomé otro microbús y caminé por las mismas cuadras de siempre. Mientras tanto, una lluvia de ideas bombardeaba mi cabeza. Una noche poco común, yo concluía el último semestre de la carrera, mientras tanto, un joven casi de mi edad regresaba a su casa, volvía de trabajar como chofer de un microbús…
Los amigos se quedaron ebrios en la fiesta, yo tenía en mente un plan cursi que nunca se cumplió… Lo único rescatable fue platicar con Gade y Diana, bailar con Cristina y Alex , y reírme con los comentarios sarcásticos de Javier; eso sin contar la gracia que me produjo el excesivo complejo de culpa de Berenice, ja.
Ante lo riesgoso de la situación, me vi precisada a treparme en el primer micro que pasó, uno que me dejaría en el Metro Escuadrón 201. Fue entonces que comenzó uno de esos extraños malviajes que, pareciera, sólo a mí me ocurren.
El chofer del micro, un tipo como de unos 24 años, recordó que yo le había preguntado si me dejaba en Rojo Gómez: “¿Oye?, tu vas para Cerro de la Estrella, ¿no? Yo paso por ahí, si te conviene, ahí cerca te dejo”.
Y la inconsciente de la China accedió. Me quedé ahí, sentada, mientras aquel muchacho quitaba el cartel. En el micro sólo estábamos él y yo, no obstante, la situación no me provocó miedo; extrañamente, él me inspiraba cierta confianza…
Andaba medio triste. Derramé un par de lagrimillas, las cuales sequé discretamente. Mientras tanto, el chofer se adentraba por aquellas angostas callecitas que daban la impresión de convertirse en un laberinto. Fue entonces que dio inicio una breve conversación:
— ¿Desde dónde vienes?
— De División del Norte
— Órale… ¿Y vienes de la chamba o de la escuela?
— De la escuela
— ¿Estudias en un CETIS?
Yo sonreí, aquel comentario me produjo mucha gracia.
— No, estudio en la Universidad, en la UNAM
— ¿Neto? ¡Qué chido! ¿Y qué estudias?
— Estudio Periodismo…
En ese momento me dio por contarle mi vida a un extraño:
— De hecho, hoy fue mi último día de clases, hoy terminé los créditos de la carrera.
— Supongo que vas a armar un pachangón, ¿no?
— Pues… después de casi cinco años, no estaría nada mal
— Órale… Pues, ahora, a buscar chamba, ¿no? No me digas que ya tienes chamba…
Ambos nos miramos. Observé la sonrisa dibujada en su rostro y el brillo en su mirada, me detuve en su gesto apacible.
— Periodismo… -dijo en voz baja- Periodismo… -y se quedó pensando-
En el cruce de Rojo Gómez y Ermita se terminó mi viaje:
— Pues aquí te dejo, ¿va?
— Muchas gracias
— No, de nada
— En serio, muchas gracias –sonreí-
Ya estaba muy cerca de mi casa. Tomé otro microbús y caminé por las mismas cuadras de siempre. Mientras tanto, una lluvia de ideas bombardeaba mi cabeza. Una noche poco común, yo concluía el último semestre de la carrera, mientras tanto, un joven casi de mi edad regresaba a su casa, volvía de trabajar como chofer de un microbús…
7 comentarios:
Hola Chinita!!!!
Todo estuvo chido excepto lo de las lagrimitas. Chale! de haber sabido que tomaría de más, que sí regresaría del reven con Pablo y que no iría al Cultural Roots, pues nos la hubiéramos seguido juntas.
Te perdiste las broncas del final y el acoso del chico publicidad y los borrachos de siempre, jajaja. Fue muy bueno y mejor porque estuviste ahí conmigo.
Te pasó más que a mi.
Cuando yo acabé mi carrera estaba enfermo, salí de un último examen y me fuí a mi casa a meterme a la cama con calentura.
Felicidades Señorita ProtoLicenciada
Frodo de acá.
En el bosque de la China,
la chinita se perdió,
y como su novio andaba perdido,
la chinita lo abandonó.
P.D.:la China se enojó reteharto con el galán.
En tu otra fiesta dijiste que también habías quedado abandonada, pero que un amigo tuyo te rescató.
Ahora lo hizo el microbusero. Siempre ayuda hablar con alguien cuando andas triste, te distrae y hace olvidar por un rato.
A mi nadie me rescata, yo me quedo sola con mis lagrimitas que luego se convierten en lagrimones.;_;
Y que mal pedo lo de tu plan frustrado, si alguien sabe de planes cursis frustrados esa soy yo.
Qué bueno que ya terminaste tu carrera, ¡felicidades!
y si estos gobernantes nuestros cambian, no terminaremos como el
China, pus' por qué llora con un chof' qie ni conoce. Bueno, sólo a ti te suceden esas situaciones.
Tu escrito me causó nostalgia y emoción. Es triste terminar un ciclo, pero es genial la idea de pensar otro.
Me dio gusto verte en la fiesta y bailar un rato contigo.
Yo me regresé en un coche sardina con otros cuates medio etílicos ( aclaro que el que manejaba no) y con el deseo de seguir viendo a gente tan querida como tú y muchos,muchos, amigos de la Fac.
Un beso amiga.
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