No es que no me importen los problemas de mi país o del
mundo… no es que sea ignorante… no es que tenga menor nivel intelectual… no es
que me una a las masas (o tal vez sí y lo niego)…
Comencé a ver este Mundial con un tanto de amargura y
escepticismo, criticando al segmento masculino del lugar donde trabajo por su
exacerbada emoción por el futbol. De algún modo me prometí no dejarme llevar
por la pasión, y mantener una posición “objetiva” ante un acontecimiento por el
cual muchísima gente espera ansiosa durante cuatro años.
Decidí participar en una quiniela, “sólo por convivir”. Me
gusta la idea de unirme a mis compañeros y amigos, de intercambiar opiniones y
de que me tomen en cuenta aún sabiendo que no soy experta (y que la mayoría de
veces, en cuanto a futbol, hablo por hablar y hago las cosas sólo por “latidas
de corazón”).
En la oficina los he visto a todos compartiendo cervezas y
botana, gritando frente a la pantalla y dándole consejos a los directores técnicos.
En lo laboral, he presenciado cómo ponen en práctica su sorprendente
creatividad… es la magia de estar en una agencia. Sin querer he aprendido sobre
un deporte que siempre me había parecido bastante absurdo.
Y a veces pequeñas cosas que parecen intrascendentes nos
conectan con otros. Hoy el taxista me venía platicando de todas las apuestas
que ha ganado… y no ha sido el único. Muchas de las conversaciones que he
iniciado en un taxi durante los últimos días comienzan con un: “¿a usted le
gusta el futbol, señorita?, o algo como: “¿y cómo vio el partido de hace
rato?”… Y entonces yo escucho, porque me gusta más escuchar que hablar.
Nos guste o no, el futbol es mucho más que un deporte, es
todo un fenómeno sociológico y antropológico. Quienes se paran en una cancha en
un partido mundialista son para la afición algo así como semidioses: han
entrenado, han perfeccionado sus habilidades, tienen el don de provocar
emociones…
Aquí y ahora, abiertamente expreso que este Mundial me he
divertido. Quizás ya no hay figuras legendarias como en el de 94 (de esas de
las que recuerdo que mi padre hablaba tanto)… o jugadores tan sexys como Paolo
Maldini y Alessandro Del Piero, pero lo cierto es que, a partir de esta
experiencia, en adelante no pienso pretender unirme a la élite “intelectual”
que se jacta de odiar el balompié.
¡Nos vemos en la final!
1 comentario:
Jejeje muy bien China, comparto tu gusto por Maldini y me encanta que le hayas encontrado su chiste al Mundial. Un abrazo.
Publicar un comentario