martes, julio 8

Brasil 2014: mi gusto que dejó de ser culposo

No es que no me importen los problemas de mi país o del mundo… no es que sea ignorante… no es que tenga menor nivel intelectual… no es que me una a las masas (o tal vez sí y lo niego)…

Comencé a ver este Mundial con un tanto de amargura y escepticismo, criticando al segmento masculino del lugar donde trabajo por su exacerbada emoción por el futbol. De algún modo me prometí no dejarme llevar por la pasión, y mantener una posición “objetiva” ante un acontecimiento por el cual muchísima gente espera ansiosa durante cuatro años.

Decidí participar en una quiniela, “sólo por convivir”. Me gusta la idea de unirme a mis compañeros y amigos, de intercambiar opiniones y de que me tomen en cuenta aún sabiendo que no soy experta (y que la mayoría de veces, en cuanto a futbol, hablo por hablar y hago las cosas sólo por “latidas de corazón”).

En la oficina los he visto a todos compartiendo cervezas y botana, gritando frente a la pantalla y dándole consejos a los directores técnicos. En lo laboral, he presenciado cómo ponen en práctica su sorprendente creatividad… es la magia de estar en una agencia. Sin querer he aprendido sobre un deporte que siempre me había parecido bastante absurdo.

Y a veces pequeñas cosas que parecen intrascendentes nos conectan con otros. Hoy el taxista me venía platicando de todas las apuestas que ha ganado… y no ha sido el único. Muchas de las conversaciones que he iniciado en un taxi durante los últimos días comienzan con un: “¿a usted le gusta el futbol, señorita?, o algo como: “¿y cómo vio el partido de hace rato?”… Y entonces yo escucho, porque me gusta más escuchar que hablar.

Nos guste o no, el futbol es mucho más que un deporte, es todo un fenómeno sociológico y antropológico. Quienes se paran en una cancha en un partido mundialista son para la afición algo así como semidioses: han entrenado, han perfeccionado sus habilidades, tienen el don de provocar emociones…

Aquí y ahora, abiertamente expreso que este Mundial me he divertido. Quizás ya no hay figuras legendarias como en el de 94 (de esas de las que recuerdo que mi padre hablaba tanto)… o jugadores tan sexys como Paolo Maldini y Alessandro Del Piero, pero lo cierto es que, a partir de esta experiencia, en adelante no pienso pretender unirme a la élite “intelectual” que se jacta de odiar el balompié.

¡Nos vemos en la final!

1 comentario:

Ale dijo...

Jejeje muy bien China, comparto tu gusto por Maldini y me encanta que le hayas encontrado su chiste al Mundial. Un abrazo.