Eso de que “lo que empieza mal termina mal” es bastante subjetivo. La mayoría de los sucesos en la vida dependen de nosotros, salvo muy contadas excepciones… lo digo por experiencia.
Inicié el año mal, con el duelo por la muerte de mi abuela y mi amor propio perdido en algún lugar del limbo… con un trabajo poco prometedor y el corazón hecho trizas. Aún así no me di por vencida. Y sé que el final de año no es momento de reclamaciones, pero es que esta no es una… es sólo mi punto de vista.
Creo firmemente que nadie tiene derecho a decidir por nosotros, que nadie tiene derecho a hacernos objeto de sus “caridades”… creo que lo más difícil en este mundo es elegir.
Elegir sin juzgar a nuestros padres que en algún momento quizás fueron imperfectos, elegir sin anteponer determinadas circunstancias que nos marcaron con el dolor, elegir sin culpar a alguien que no nos ama, o que nos decepciona… Elegir con la plena convicción de que somos responsables de lo que nos ocurre.
Incluso después de cometer un error tenemos la oportunidad de “re elegir”, de transformar lo que no nos gusta y de transformarnos. No dependemos de lo que otros quieran, nadie se queda con “algo” de nosotros, a menos que así lo deseemos. Todo es menos complicado cuando reconocemos qué es lo que nos hace infelices.
A veces es sencillo actuar impulsivamente; satisfacer algo inmediato y primario… pero a veces también eso nos vuelve menos humanos. Sé, por experiencia también, que un momento de satisfacción puede ser la causa de media existencia atormentada… de una sensación de amargura que se prolonga por días.
Pero con un poco de valor todo puede cambiar... con ahínco…
El año mejoró, no hubo predestinamiento. Estuve rodeada de personas que me ayudaron mucho, quizás sin saberlo; crecí con ellas. Aprendí a disfrutar a mi familia, porque el tiempo corre y un día todo cambia inesperadamente… Por fin me deshice de una pesada carga emocional.
Y cuando alguien pretende abrir capítulos cerrados, recurro a mi fuerza de voluntad, a la confianza que me tengo. Y no pido nada con las manos vacías, no necesito “favores”. Corro a toda velocidad, en dirección opuesta a lo que me lastima… ¡No más, no más!
Lo que empieza mal puede terminar de otro modo: aprendemos a levantarnos. Luego podemos darnos la oportunidad de comenzar bien y concluir aún mejor. Este año para mí inicia perfecto y espero, de todo corazón, que así sea para las personas a quienes amo y para quienes me leen.
¡Feliz 2010!