De nuevo a las andadas de los hospitales y haciendo corajes… Hace unos días internaron a mi abuela por una severa crisis de vómito y deshidratación. Dentro de lo que cabe no fue tan grave; lo grave son todas aquellas escenas que uno contempla como parte de un público involuntario producto de la coincidencia.
Un hombre de semblante bastante acabado llegó acompañado de quien, a mi parecer, era su mujer. No podía ni sostenerse en pie, así que ella lo ayudó a sentarse en una silla que estaba cerca de la entrada al área en la que se interna a los pacientes con urgencias médicas. Y de repente llegó aquella enooooorme mujer: la guardia.
[Me pregunto si con tantos kilos encima esa “señora” sería capaz de detener a alguien antes de que un paro cardiaco la matara.] El caso es que en cuanto llegó le dijo al hombre enfermo que no podía estar sentado ahí, ante lo cual la acompañante hizo un último intento: “¿puedo tomar la silla y ponerla en otro lugar?”, la enooooorme mujer contestó con una prepotente negativa al tiempo que tomaba su tolete y se lo colgaba en la cintura con gesto de matrona.
Desde ese instante la odié… pero, como nunca es suficiente, más tarde pude odiarla infinitamente, hasta casi sentir las mismas náuseas que mi abuela. A los dos minutos fui testigo de cómo la muy desgraciada aposentaba sus nalgas en la silla: así es, la misma silla que le había negado a un paciente con cáncer y una urgencia clínica.
¿Falta de criterio?, ¿falta de educación?, ¿asunto ético-filosófico o de educación cívica? ¡Vale madres! No quise reflexionar sesudamente, a lo más me pregunté por qué algunos individuos de nuestra sociedad actúan de forma tan animal. ¿No se supone que hay algo inherente en nuestra esencia que nos hace “seres humanos”?
Ni todas mis miradas de odio fueron suficientes, le hubiera dicho algo, cualquier cosa, de no ser porque mi estado de ánimo no era el propicio para dar pelea y ganarla dignamente. Sin sonar “mocha”, Dios quiera que nunca esté en una situación similar, cargando no sólo con el dolor físico, sino con el infinito sufrimiento espiritual.
Al área de urgencias de la especialidad de oncología acuden personas desahuciadas en su mayoría, hombres y mujeres de distintas edades, demacrados, sin cabello y, en muchos de los casos, postrados en una silla de ruedas. Es una prueba para cualquiera que lo presencia, es una prueba que lleva a reflexionar acerca de la fragilidad de nuestra existencia.
Y no es mi intención jugar el papel de “agente sensibilizador” sino simplemente exponer la profunda indignación que me embarga al observar la indiferencia y el cínico abuso. Nada podrá aminorar el dolor, pero quizás un gesto de empatía le ayude a quien padece una enfermedad tan devastadora como el cáncer a seguir adelante en su lucha por continuar con vida.
Un hombre de semblante bastante acabado llegó acompañado de quien, a mi parecer, era su mujer. No podía ni sostenerse en pie, así que ella lo ayudó a sentarse en una silla que estaba cerca de la entrada al área en la que se interna a los pacientes con urgencias médicas. Y de repente llegó aquella enooooorme mujer: la guardia.
[Me pregunto si con tantos kilos encima esa “señora” sería capaz de detener a alguien antes de que un paro cardiaco la matara.] El caso es que en cuanto llegó le dijo al hombre enfermo que no podía estar sentado ahí, ante lo cual la acompañante hizo un último intento: “¿puedo tomar la silla y ponerla en otro lugar?”, la enooooorme mujer contestó con una prepotente negativa al tiempo que tomaba su tolete y se lo colgaba en la cintura con gesto de matrona.
Desde ese instante la odié… pero, como nunca es suficiente, más tarde pude odiarla infinitamente, hasta casi sentir las mismas náuseas que mi abuela. A los dos minutos fui testigo de cómo la muy desgraciada aposentaba sus nalgas en la silla: así es, la misma silla que le había negado a un paciente con cáncer y una urgencia clínica.
¿Falta de criterio?, ¿falta de educación?, ¿asunto ético-filosófico o de educación cívica? ¡Vale madres! No quise reflexionar sesudamente, a lo más me pregunté por qué algunos individuos de nuestra sociedad actúan de forma tan animal. ¿No se supone que hay algo inherente en nuestra esencia que nos hace “seres humanos”?
Ni todas mis miradas de odio fueron suficientes, le hubiera dicho algo, cualquier cosa, de no ser porque mi estado de ánimo no era el propicio para dar pelea y ganarla dignamente. Sin sonar “mocha”, Dios quiera que nunca esté en una situación similar, cargando no sólo con el dolor físico, sino con el infinito sufrimiento espiritual.
Al área de urgencias de la especialidad de oncología acuden personas desahuciadas en su mayoría, hombres y mujeres de distintas edades, demacrados, sin cabello y, en muchos de los casos, postrados en una silla de ruedas. Es una prueba para cualquiera que lo presencia, es una prueba que lleva a reflexionar acerca de la fragilidad de nuestra existencia.
Y no es mi intención jugar el papel de “agente sensibilizador” sino simplemente exponer la profunda indignación que me embarga al observar la indiferencia y el cínico abuso. Nada podrá aminorar el dolor, pero quizás un gesto de empatía le ayude a quien padece una enfermedad tan devastadora como el cáncer a seguir adelante en su lucha por continuar con vida.
3 comentarios:
Que poca madre.
Me molesta mucho que la gente no tengo ni un mínimo de respeto y empatía por el prójimo, otr mundo sería este si pudieramos pensar un poco en el bienestar de otras personas. Con cáncer o sin cáncer. Da igual. Personas al fin y al cabo.
Pura ilusión, quizá. Pero yo creo fervientemente en la amabiidad.
La gente es mierda y culera en su gran mayoría... Y mucho más si tienen plaquita y tolete... Lo verdaderamente bueno es cuando uno va por la vida descubriendo a esa gente que si vale la pena y con tolete o sin el, son a toda madre. Besos.
está cañón! me cae que le hubieras dicho algo, pero entiendo que no estabas en la condición propicia por lo que dices, me cae que vamos y le decimos, pinche gorda, trae un cáncer peor que cualquier paciente. Por otro lado, qué chido expresas lo de tu abuela, digo en el art reciente. Qué te diría tu abuela que eres seguro mucho de lo que no pusiste en tu art de lo que no eres. änimo y sigue adelante, y abajo esa gente obtusa que no cede un asiento a quien lo necesita. El pex es que seguro esa gorda es así porque en su vida la han tratado de la burger, ni pex, pero tampoco ha tenido los huevos para romper con cadenas deshumanizadoras.
Publicar un comentario