martes, enero 30

¡Ya llegué de donde andaba!

El avión despega rumbo a la Ciudad de México y yo derramo un par de lágrimas. En Lima dejo nuevos amigos, mientras que a su natal Colombia regresan los otros “extranjeros”, con quienes compartí comidas baratas y la incertidumbre de los primeros días, cuando no sabíamos lo que nos depararía Perú.

Odio las despedidas, siempre lloro. No me gusta la sensación de vacío y esa duda que, inevitablemente, siempre surge: “¿Nos volveremos a ver algún día?”. Resulta curioso cómo es que en tan poco tiempo los seres humanos somos capaces de estrechar lazos de afecto tan fuertes y con raíces tan profundas.

Válgame si me emociono rápido. Regreso sin un trozo de mi corazón porque, una vez más, me enamoré. Y siento que en esta ocasión fue diferente, raro… más dulce que otras veces. Como si nada pudiera impedirlo, como si se hubiera ido el miedo al dolor, ese miedo que a últimas fechas me perseguía constantemente.

La China que hoy escribe no es la misma que partió hace un par de semanas. El querer, el compartir, el entregar y el recibir se han convertido en emociones mucho más intensas. Vuelvo reconciliada con la vida, AGRADECIDA. Vuelvo con la firme certeza de que no hay imposibles, porque el mundo es inmenso… inagotable.

martes, enero 2

Todo cabe en un Blogcito...

Se ha convertido en la nueva sensación de la Internet. Los “espacios personales” son, hoy por hoy, objeto de estudio de sociólogos, especialistas de la conducta y hasta lingüistas; es también la nota en los suplementos y las revistas.

El Blog es la frontera entre la vida cotidiana y el realismo mágico. Está lleno de acontecimientos a simple vista “normales”, pero que una vez en manos del narrador se convierten en historias, en cuentos, en poemas, en novelas capituladas y hasta en autobiografías “no autorizadas” (no se me ocurre otra forma de explicarlo).

Se trata de un espacio cómodo, íntimo, en el que contamos lo que nos viene en gana, en el que somos amos y señores de nuestro propio feudo. Es un universo que nosotros mismos creamos, tal y como lo hizo Víctor Frankenstein con su monstruo… somos “dioses”.

Entonces adoptamos una caracterización distinta. Somos la Abeja Reina, La que nunca habla, Frodo y hasta un Ojo Nocturno… No nos da pena exponer nuesta Melcocha barata, o nuestro lado más Kitsch. Somos héroes y hasta personajes míticos: Capitán Guayaba o Luna Púrpura.

¡Esta vivo!, el Blog está vivo gracias a nosotros, al devenir de nuestra historia personal… Está vivo gracias a nuestra interacción con otros seres humanos y a la reflexión sobre nosotros mismos. El Blog es nostálgico y divertido, real y ficticio… encierra sarcasmo, frustración y pasión.

Para algunos es momento de ocio, mientras que otros intentan hasta el cansancio seguir las reglas ortodoxas del periodismo, la literatura o el sesudo análisis político. En otros casos, para la gente más “común” (como yo), es simplemente un diario, una bitácora de “crónicas de vida”.

Confieso que lo que más me sorprende del Blog es su enorme capacidad para superar la “virtualidad”. De este modo, hacemos amigos y desarrollamos un lazo de empatía que, en afortunados casos, logra desplazarse al campo real.

Por otra parte, también hacemos enemigos... esos son irreales. Suena absurdo, pero el Blog es también espacio de acción para adversarios silenciosos… voyeuristas que nos odian pero que nos leen; que nos desprecian, pero que no dejan de mirarnos, quizás a diario, en busca de sabrá Dios qué cosa.

Son esos “anónimos” que expresan cobarde y vengativamente su “inconformidad”. Esos que se cuelgan de la “fama” ajena, que se adjudican culposamente características o comentarios en los que jamás se les alude directamente; o que atacan, simplemente por atacar…

Quizás les provoca placer convertirse, al menos por una vez, en “alguien”… “alguien” que sólo existe en la virtualidad. Conozco a pocos que no hayan sido insultados a través del Blog, más de uno hemos sido víctimas de comentarios tontos que, a falta de despertar enojo, provocan risa.

Y lo mejor de todo es que nadie tiene el poder de derrumbar nuestra creación; nadie más que nosotros mismos. Escribimos con mayor o menor frecuencia, escribimos aventuras divertidas o cursilerías pasajeras… Escribimos de todo y por todo… Porque nos gusta, porque es nuestro, porque se nos da la gana.