Le tengo miedo a la muerte… creo que más a la de mi abuela que a la mía. Y no me gustan los hospitales, ni la sangre, ni las enfermeras, ni los médicos… Le tengo miedo al dolor… quizás también le tengo un poco de miedo a la vida. Y me sorprendo evadiendo verdades ineludibles, porque estoy aterrada y no tengo las respuestas: ¿qué ocurre cuando alguien muere?
Recuerdo que mi abuela me decía que no llorara por cosas que tenían solución, que mejor guardara un par de lágrimas para cuando ella muriera… y resulta que hoy nos dicen que ya no hay mucho que hacer… que va a morir. Y ya no puedo con esto… me pesa, me cansa. No soy la misma de antes, hay días en que no quisiera levantarme.
¿Y cuando lo “inevitable” suceda?, ¿qué pasará si no logro soportarlo? Siempre he sido débil de carácter, un poco cobarde… ¿se pueden hacer excepciones? Quiero, exijo, una esperanza, una sola; porque gradualmente he ido de la fe a la impotencia, porque ya no sé si valga la pena seguir creyendo… porque cuando me acuesto y cierro los ojos se me escapa el llanto.
No sé qué decirle a mi papá… no sé qué decirle a mis hermanos… no tengo una palabra reconfortante ni para mi propia persona. No sirvo, no ayudo… es como si de repente hubiera quedado vacía por dentro. Esto no se arregla con una frase inteligente, ni con un detalle atinado, ni con un burdo intento por guardar la calma… Esto no se arregla… para algo así no hay solución.
Recuerdo que mi abuela me decía que no llorara por cosas que tenían solución, que mejor guardara un par de lágrimas para cuando ella muriera… y resulta que hoy nos dicen que ya no hay mucho que hacer… que va a morir. Y ya no puedo con esto… me pesa, me cansa. No soy la misma de antes, hay días en que no quisiera levantarme.
¿Y cuando lo “inevitable” suceda?, ¿qué pasará si no logro soportarlo? Siempre he sido débil de carácter, un poco cobarde… ¿se pueden hacer excepciones? Quiero, exijo, una esperanza, una sola; porque gradualmente he ido de la fe a la impotencia, porque ya no sé si valga la pena seguir creyendo… porque cuando me acuesto y cierro los ojos se me escapa el llanto.
No sé qué decirle a mi papá… no sé qué decirle a mis hermanos… no tengo una palabra reconfortante ni para mi propia persona. No sirvo, no ayudo… es como si de repente hubiera quedado vacía por dentro. Esto no se arregla con una frase inteligente, ni con un detalle atinado, ni con un burdo intento por guardar la calma… Esto no se arregla… para algo así no hay solución.