La voz llamó de nuevo a Sebastián… Estaba mucho mejor… Llegó caminando y sus padres irradiaban felicidad. Un corazón estrujado, él es protagonista y ni siquiera conoce a quien escribe las líneas… Un nudo en la garganta… alegría compartida.
Mientras tanto, me aferro a que mi abuela ame la vida. Pocas veces me escucha. Recuerdo que mucho antes de la enfermedad ella ya había comenzado a perder la fe. Dicen que es la vejez… dicen que es el miedo a morir.
No hay un abuelo (nunca lo hubo), a veces creo que por eso se siente tan sola. No hay más lazos, porque cuando lo años pasan uno comprueba que son pocas las personas que nos acompañan, que comparten nuestros momentos más hermosos y nuestro dolor.
La miro ahí, en la cama, pensando en la forma más adecuada de alejarse del mundo. La miro ahí, desgastada… mitad por el cáncer y la anemia, mitad por la indiferencia. En pocos días iremos a su tercera transfusión sanguínea. A veces siento que la existencia se le escapa.
Me enojo y casi grito… mientras, Isabel, mi abuela, deja correr un par de lágrimas que ruedan por sus mejillas. Y siento culpa… una infinita culpa. También hay quienes dicen que transcurrida una vida es casi imposible que las personas cambien.
Los sollozos de los enfermos, el nauseabundo olor del cuarto séptico… ese reposet que de placentero no tienen nada… y la media luz… la luz tenue… Contengo el llanto mientras miro los delgados brazos de mi abuela llenos de agujas. A media noche ella comienza a hablarme, me pregunta cómo iré a trabajar así de desvelada…
Quisiera hacerla feliz mientras empujo su carro del supermercado, quisiera que acompañarla a sus citas médicas fuera garantía total de que va a mejorar, de que se va a poner bien. Quisiera que, por un minuto, pensara en que esto es difícil también para mí.
Es extraño, a veces olvido por completo la posibilidad de la muerte; en lugar de ello temo por su vida, por lo que viene. Temo que su desazón y cansancio se vuelvan eternos y que ante sus ojos no valga nada la oportunidad de volver a comenzar.
¿En qué momento la gente se va alejando? ¿En qué momento se vuelve tan irreconocible? Y es que a veces no comprendo lo que sucede… a veces siento que se me acaban las fuerzas… Y me quedo muda… Y mi abuela me mira… Y yo simplemente me digo “no hay que dejar de intentar”.
Mientras tanto, me aferro a que mi abuela ame la vida. Pocas veces me escucha. Recuerdo que mucho antes de la enfermedad ella ya había comenzado a perder la fe. Dicen que es la vejez… dicen que es el miedo a morir.
No hay un abuelo (nunca lo hubo), a veces creo que por eso se siente tan sola. No hay más lazos, porque cuando lo años pasan uno comprueba que son pocas las personas que nos acompañan, que comparten nuestros momentos más hermosos y nuestro dolor.
La miro ahí, en la cama, pensando en la forma más adecuada de alejarse del mundo. La miro ahí, desgastada… mitad por el cáncer y la anemia, mitad por la indiferencia. En pocos días iremos a su tercera transfusión sanguínea. A veces siento que la existencia se le escapa.
Me enojo y casi grito… mientras, Isabel, mi abuela, deja correr un par de lágrimas que ruedan por sus mejillas. Y siento culpa… una infinita culpa. También hay quienes dicen que transcurrida una vida es casi imposible que las personas cambien.
Los sollozos de los enfermos, el nauseabundo olor del cuarto séptico… ese reposet que de placentero no tienen nada… y la media luz… la luz tenue… Contengo el llanto mientras miro los delgados brazos de mi abuela llenos de agujas. A media noche ella comienza a hablarme, me pregunta cómo iré a trabajar así de desvelada…
Quisiera hacerla feliz mientras empujo su carro del supermercado, quisiera que acompañarla a sus citas médicas fuera garantía total de que va a mejorar, de que se va a poner bien. Quisiera que, por un minuto, pensara en que esto es difícil también para mí.
Es extraño, a veces olvido por completo la posibilidad de la muerte; en lugar de ello temo por su vida, por lo que viene. Temo que su desazón y cansancio se vuelvan eternos y que ante sus ojos no valga nada la oportunidad de volver a comenzar.
¿En qué momento la gente se va alejando? ¿En qué momento se vuelve tan irreconocible? Y es que a veces no comprendo lo que sucede… a veces siento que se me acaban las fuerzas… Y me quedo muda… Y mi abuela me mira… Y yo simplemente me digo “no hay que dejar de intentar”.
Don’t give up
Whitest Boy Alive
Give me a reason to stay constantly ignored
Give me an angle that I haven't tried before
A guarantee for being honestly compaired
You want to live when life is achingly unfair
***
***
Don't make a move you'll look ridiculous again
You share no interest but it's easy to pretend
Don't start the action it will turn against you soon
No one is going to follow and you'll stand there like a fool
***
You left the people when the people left you out
***
You left the people when the people left you out
Back in the suburbs you're craving for the crowd
Only minded now with defeats of yesterday
The mantra spinning in your head will keep it raised
***
Give me a reason to stay constantly ignored (I don't think I can)
Give me an angle that I haven't tried before (Not from where I stand)
A guarantee for being honestly compaired (Could not be found)
You want to live when life is sakenly unfair (Stick around)
Don't give up
Don't give up
Don't give up