domingo, marzo 25

Más o menos, similar

Desempleada… sin seguro médico… desprotegida. Aún no acabo de entender eso del “primer empleo”, bueno, yo ya voy por el segundo, ja. Y a veces, en el colmo de la desesperación, desearía haber estudiado alguna ingeniería exótica, a falta de medidas esculturales y un “amplio criterio”… Pero no, me aferré a eso de la “escribida”; yo quería ser periodista y salvar al mundo.

El caso es que, para colmo de mis males, tuve problemas con mi oído. Así mero, un día me levante y na’ más ya no escuchaba bien del lado derecho… ¡ERROR! Jamás debí haber utilizado el maldito “cotonete”; la baja intensidad de los sonidos de pronto se convirtió en silencio total… y yo que ando tan sensible, que me pongo a llorar y a pegar de gritos.

¡¿Por qué, Dios?! ¡¿Por qué a mí?! Si yo siempre me limpio bien y me cuido de no acumular cerilla. Y luego… luego vinieron los mareos y las ganas de vomitar, y todo porque el dichoso oído está íntimamente ligado a nuestro sentido del equilibrio. O sea, sorda y guacarienta… “Too much”, dirían los fresas esos que creen que intercalar frases gabachas resulta “súper in”.

Acepté que tenía un problema, tal vez no grave, pero sí algo delicado. Evalué las opciones, que no eran muchas. ¿Dispensario médico? La neta, me dio pena eso de recurrir a mi comunidad parroquial por pura conveniencia… ¿qué tal que Dios me castigaba y me dejaba sorda de ambos oídos? Ahora me quedaba sólo una alternativa…

Dudé un poco antes de entrar al consultorio del Doctor Simi. Bueno, de uno se sus representantes, el médico Arturo Pacheco, un hombre cincuentón que me atendió con gran amabilidad. Y, cual si tuviera yo herpes genital, le dije con toda la vergüenza del mundo, que me había quedado sorda por utilizar, estúpidamente, un “cotonete”.

El hombre sonrió y procedió a revisarme con un aparato; vi en su rostro un gesto que logró tranquilizarme. Con toda atención, escuché sus indicaciones: “Utilizas una jeringa para lavarte el oído y te pones dos gotas de agua oxigenada, para que quede bien limpio. Después, vas a aplicar el medicamento que te voy a recetar”. Sí, sí, por supuesto que compré un fármaco similar.

Fueron 50 varos por la consulta y el remedio. Y resultó que soy una mujer similar, una periodista similar. Las dichosas gotas óticas no sirvieron para maldita la cosa, pero después de unas buenas lavadas con agua oxigenada, mi oído quedó mejor que el de un lince. A fin de cuentas, Arturo Pacheco logró que yo volviera a disfrutar de los gritos de mi mamá, y hasta con “sonido sorround”.

Mi muy amado sentido auditivo… ese mediante el cual percibo el bullicio… los gritos… ese que me hace disfrutar de la música, de la poesía en voz alta y hasta de las “malas palabras”. Gracias a Víctor González Torres, porque tiene excelentes médicos; el Doctor Simi y el agua oxigenada me salvaron de una terrible e inminente sordera.

jueves, marzo 8

Mujercitas

Una vez un gay a quien entrevisté me dijo que él no necesitaba leyes especiales para homosexuales, que le bastaba con que sus derechos como ser humano y ciudadano fueran respetados cabalmente. Me dijo: “soy una persona como cualquiera, así que no necesito una especie de Sociedad Protectora de Homosexuales”. Para él, este tipo de creaciones son, hasta cierto punto, discriminatorias en sí mismas.

Según mi sentir, lo mismo ocurre con nosotras. No existe un Día Internacional del Hombre, pero sí lo hay de la mujer. Comprendo el significado histórico y conmemorativo, pero no concibo el hecho de que el 8 de marzo se convierta en una fecha fantoche en la que recibimos flores o nos dedican pensamientos que rayan en la más burda cursilería.

Frente a mi casa hay una escuela primaria, a una de las profesoras se le ocurrió, como parte de la ceremonia cívica, cantar El privilegio de amar (sí, la rola esa en la que hacen mancuerna Mijares y Lucero). ¿El objetivo?: no pasar por alto nuestro día, el de las mujeres. A mí se me hizo cursi, fuera de lugar; no supe si reír o llorar. Cuánta falta de cultura… que educación tan más cargada de estereotipos.

Quizás esas niñas que reciben educación básica deberían saber que las mujeres de la actualidad gozan de otros “privilegios” que no son precisamente “el de amar”. Tenemos un lugar en las aulas, participamos en la política, ejercemos nuestra profesión, opinamos, decidimos sobre nuestra sexualidad, nos trazamos un plan de vida… Quizás en otros tiempos todo esto hubiera parecido casi imposible.

¿Y qué tal el anuncio “edición especial” del Multi-O Gel? Ese sí que se voló la barda. Es decir que, además de conseguir importantes puestos de trabajo, las mujeres somos “capaces” de abalanzarnos sobre un hombre y rematar con una buena sesión de multiorgasmos. Demasiada frivolidad, diría yo… situaciones ubicadas en planos diferentes, mismos que no deberían tergiversarse de esa manera.

El sexo, sin duda, es parte de una totalidad integral, sin embargo, un orgasmo con grititos no nos hace “más mujeres”. Tenemos derecho a disfrutar de nuestra sexualidad, sin ser tratadas como objetos. El sexo, por sí mismo, no nos vuelve súper poderosas, ni exitosas; lástima que hay quienes todavía creen que la felicidad de una mujer reside, únicamente, en ser sensual y apetitosa… ¿Y luego?, ¿luego qué?... ¿No existimos si no es en función del mito de la “mujer fatal”?

Y no es lo único, aún quedan vestigios del machismo tardío. No hace mucho, alguien me dijo que mi “feminismo” no me traería nada bueno, que el profesionalismo en mi trabajo me llevaría a quedarme “completamente sola”. No hace mucho, alguien quiso convencerme de que era yo una ingenua, y todo porque se me había ocurrido soñar con algo mejor… A Dios gracias que no vivo para “el qué dirán”, a Dios gracias que siempre se me antoja seguir mis ideales.

Pero tampoco se trata de extremismos insanos; jamás me atrevería a decir que “todos los hombres son iguales”. Nosotras ya tampoco somos las mismas. Hoy, las mujeres tenemos el poder de elegir: elegimos rechazar la violencia, el sometimiento (de cualquier tipo) y todo aquello que atente contra nuestra libertad y completa realización. Y elegimos, si así lo deseamos, tener la opción de compartir nuestros anhelos con una pareja, en un ambiente de equidad.

No sólo una vez al año… el compromiso es de todos los días. Las mujeres nos hemos ganado a pulso el reconocimiento social, porque trabajamos duro, porque le somos fieles a nuestros principios y a nuestros valores, porque somos capaces de hacernos responsables de nuestra propia vida. Con base en los preceptos de auto respeto y dignidad humana hemos sido capaces de lograr lo inimaginable.

Ojala un día no necesitemos más Instituto Nacional de las Mujeres, ojala un día dejen de escribirse tonadillas con una reducidísima visión del mundo, como esa que reza Hay que pegarle a una pared, pero nunca a una mujer. Ojala un día dejemos de ser consideradas seres desvalidos, para ser tratadas como lo que realmente somos: seres humanos con derechos inalienables.



*** Feliz día para Paquita, sí, la del Barrio… Pobre señora, les dice “¿me estás oyendo, inútil?” y, luego, cuando la entrevistan, se pone a llorar por desamor. No, Paquita, uste' no se apure, y ya no los maltrate, ¿no ve que también ellos tienen sentimientos?


Rata Inmunda
Paquita la del Barrio

Rata inmunda,
animal rastrero,
escoria de la vida,
adefecio mal hecho
***
Infra-humano,
espectro del infierno,
maldita sabandija,
cuánto daño me has hecho
***
Alimaña,
culebra ponsoñosa,
desecho de la vida,
te odio y te desprecio
***
Rata de dos patas,
te estoy hablando a ti,
porque un bicho rastrero
aun siendo el más maldito
comparado contigo
se queda muy chiquito
***
Maldita sanguijuela,
maldita cucaracha
que infectas donde picas
que hieres y que matas
***
Alimaña,
culebra ponzoñosa,
desecho de la vida
te odio y te desprecio
***
Rata de dos patas,
te estoy hablando a ti
porque un bicho rastrero
aun siendo el más maldito
comparado contigo
se queda muy chiquito
***
¡ME ESTAS OYENDO INÚTIL HIENA DEL INFIERNO CUÁNTO TE ODIO Y TE DESPRECIO!
***
Maldita sanguijuela,
maldita cucaracha,
que infectas donde picas,
que hieres y que matas
***
Alimaña,
culebra ponsoñosa,
deshecho de la vida
te odio y te desprecio
***
Rata de dos patas,
te estoy hablando a ti
porque un bicho rastrero
aun siendo el más maldito
comparado contigo
se queda muy chiquito