lunes, noviembre 13

No fue mi noche, parte I (Favor de leer la parte II)

De regreso a mi casa, sola, envuelta en mis pensamientos. Alguien se me acerca, siento sus pasos detrás de los míos, siento su cuerpo cerca del mío. Me está siguiendo. Camino por debajo de la acera, luego vuelvo a subir, alguien imita mis movimientos. Va detrás mío y yo camino con rapidez.

Ya en la esquina, poco antes de llegar a mi puerta, parece que lo he perdido, no de vista, porque no lo he mirado, pero ha desaparecido la sensación de que alguien me persigue. Por reflejo apresuro aún más el paso… Saco las llaves del bolsillo, las sostengo con la mano derecha, mi mano tiembla.

Busco la llave correcta… Ahora siento que alguien me mira. Giro la cabeza y mis ojos se topan con él. Está ahí, frente a mí, a tan sólo unos pasos. Sé que no es un vecino, sé que es el mismo que, desde hace dos o tres cuadras, ha tratado de darme alcance. Tengo miedo, no puedo articular palabra.

Cambio de acción y presiono el timbre, el sonido es estridente, se escucha en toda la calle, pero él continúa ahí. Alzo el rostro y lo miro sin mirar; pretendo alejarlo y alejar mis temores. Mi mano alcanza el zaguán, el cual golpeo con fuerza, primero con el puño cerrado, luego con la palma abierta…

Pretendo hacer un escándalo, necesito todo el ruido posible. Se abre la puerta y aparece mi abuela:

--¡Háblale a mi papa!, le grito

Ella intenta persuadirme de que entre, pero el individuo continúa frente a la casa, inmutado.

--¡Háblale a mi papá!, ahora es exigencia.
--¡No ves que este güey me viene siguiendo!, le grito enojada.
--Que te metas niña… hazme caso…

Me doy vuelta… ahora estoy molesta y quisiera enfrentarlo. Él se lleva la mano a la nariz… no me había dado cuenta de que lleva una “mona”; parece estar perdido de drogado. Me quedo de pie, por unas fracciones de segundo se me nubla la mente, hasta que mi papá sale a la puerta de la calle y comienza a gritarle.

Entro corriendo; no escucho, no quiero saber. Mi corazón late fuerte y algo que parece ser llanto se me atora en el pecho ¿Quién era? ¿Qué quería? Conjeturo mil cosas… lo peor. No recuerdo sus rasgos, a pesar de haberlo tenido en frente, no podría reconocer a mi agresor. Me tiembla el cuerpo y este leve calosfrío no me deja en paz…

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