“Hizo una inspiración, se detuvo a la mitad, se estiró y quedó muerto”, con estas líneas, León Tolstoi concluye La muerte de Iván Ilich. Extraordinario cierre, preciso, concreto; sin embargo, éste es tan sólo el punto de partida que da origen a una compleja reflexión acerca de lo efímero y frágil de la existencia humana.
El hombre es el único ser vivo consciente de que llegará el día de su muerte. Mora inexorable, fenómeno inexplicable… el fin de la vida aterroriza y desconsuela ¿Qué hacer?: Amar, construir, buscar… buscar la forma de dejar una huella en este mundo transitorio.
Tras lograr el éxito profesional y haber formado una familia, Iván Ilich se enfrenta al juicio final, un juicio estricto y doloroso, una evaluación de la que le es imposible escapar: “¿Es que no he vivido como debiera?... Pero, ¿cómo ha podido ser, si hice todo conforme debía?"
Ilch es víctima de una lenta y dolorosa enfermedad, situación que lo llena de ira: “¿Para qué este sufrimiento?... Para nada”. ¿Nada? Lo cierto es que tuvo la oportunidad de afrontar, más allá de su muerte, el significado de su vida; en otras circunstancias tal hecho no hubiera tenido cabida.
Tolstoi describe con maestría la profunda soledad experimentada por un hombre a quien únicamente le queda esperar la muerte. El miedo le impide a su familia asumir lo inevitable y los lleva, en un desesperado intento de evasión, a abandonarlo, dejándolo al cuidado de la servidumbre.
Convertido en una “carga”, Iván Ilich corre con la suerte de encontrar un aliento: la amistad de Guerásim, uno de sus criados. El joven mozo encarna la bondad y la ternura, pero sobre todo, la fuerza de la honestidad; él es el único capaz afrontar la situación: “Todos hemos de morir”.
Y así, Iván Ilich, el ministro de profesión, el ser humano, recapitula su vida y se aferra a los recuerdos; bien o mal, todo está hecho. Entonces comprende que a esas alturas sólo la muerte puede aminorar su sufrimiento y la angustia de sus seres queridos. Lo comprende todo: “En vez de la muerte era la luz… Se acabó la muerte... La muerte no existe”.
5 comentarios:
irala!!! quien te viera chinita
irala, irala, irala
me encanto ;)!!!
“Todos hemos de morir”. Por eso todos hemos de gozar, si no, qué chiste vivir.
Aunque yo, en estos momentos, estoy lleno de mocos (y no de quien comenta aquí mismo) y con ojos llorosos (más que María Mercedes, uh! costeñita es) y así no se puede andar por este mundo. Me voy, no los vaya a contagiar.
Frodo moquiento.
¡Oh! Me gusta que la gente así como yo (osease estudiantes) escriba sobre algún libro, así veo si me dan aganas de leerlo o no. Los criticos literarios profesionales no me gustan, se me hacen re-mamilas.
La frase que dice que la muerte es la luz y que la muerte no existe (o algo así), es magistral (como diría un maestro mío).
Kiubole Chinisima!
Heme aquí leyendo su blog de nuevo despues de varios días y wow... me gustó mucho de lo que hablas en este post... parece un buen libro del que hablas.
La Filosofía misma de la vida y como hemos de vivir... a mi en lo particular, me gusta mucho un libro que se llama "Veronika decide Morir" de Paulo Cohelo, habla de el grado de locura que todos tenemos...
Saludos Chinisima!
Freud decía que el miedo a la muerte nos lleva al mundo de la inmortalidad imaginaria, donde las religiones dan vida después de la muerte... que mal que somos tan conscientes de la muerte, por que vivimos llenos de miedo.
un abrazo amigui!
Van
PD. órale, pensé que ya no leías, y solo escuchabas indie. jaja! no es cierto :D
Publicar un comentario