Esmeralda fue un caso excepcional, la novia de uno de mis amigos. Agradable, recuerdo que hasta ese día en muy pocas ocasiones la había pasado tan bien. En compañía de ella y de Iván disfruté de un licor de café, galletas con paté y unos Cheetos. Y el tiempo se hizo corto hasta la una de la mañana.
Mientras Iván dormitaba, hablé con Esmeralda de mi tristeza ante la muerte de mi abuela, de mi miedo a la soledad, de mis desilusiones sentimentales, del trabajo… Ella me contó de su familia y de su noviazgo. Me dieron un aventón hasta mi casa. En el coche escuchábamos Mr brightside, de The Killers, mientras Iván manejaba sin problemas y mis ojos se entrecerraban. Llegué contenta.
Le escribí a Iván y no me respondió. Hasta hace apenas unos días los vi a él y a Esmeralda en una fiesta. Ella tenía un semblante muy distinto, respondió a mis preguntas un tanto seca, sin ser grosera, pero con un dejo de indiferencia. Yo no supe si callar o mantener la conversación, fue un tanto incómodo.
Cuando ella se levantó un momento Iván aprovechó para contarme que, casi una semana después de nuestra reunión, la hermana de Esmeralda había muerto, la atropellaron. Me sentí mal por no haberme enterado antes, por haber cometido la imprudencia de hablarle como si nada hubiera ocurrido; Iván dijo que era preferible no mencionar nada al respecto.
De nuevo me dieron un aventón, en el coche ya no sonaban los acordes de Mr brightside. Yo pensaba en cómo, tan de repente, la vida ya es distinta; repasé un par de veces aquella noche en que conocí a Esmeralda. La muerte anda por ahí, y un día todo cambia, para siempre… y sólo ella, Esmeralda, sabe el dolor profundo con el que deberá aprender a vivir.
Mientras Iván dormitaba, hablé con Esmeralda de mi tristeza ante la muerte de mi abuela, de mi miedo a la soledad, de mis desilusiones sentimentales, del trabajo… Ella me contó de su familia y de su noviazgo. Me dieron un aventón hasta mi casa. En el coche escuchábamos Mr brightside, de The Killers, mientras Iván manejaba sin problemas y mis ojos se entrecerraban. Llegué contenta.
Le escribí a Iván y no me respondió. Hasta hace apenas unos días los vi a él y a Esmeralda en una fiesta. Ella tenía un semblante muy distinto, respondió a mis preguntas un tanto seca, sin ser grosera, pero con un dejo de indiferencia. Yo no supe si callar o mantener la conversación, fue un tanto incómodo.
Cuando ella se levantó un momento Iván aprovechó para contarme que, casi una semana después de nuestra reunión, la hermana de Esmeralda había muerto, la atropellaron. Me sentí mal por no haberme enterado antes, por haber cometido la imprudencia de hablarle como si nada hubiera ocurrido; Iván dijo que era preferible no mencionar nada al respecto.
De nuevo me dieron un aventón, en el coche ya no sonaban los acordes de Mr brightside. Yo pensaba en cómo, tan de repente, la vida ya es distinta; repasé un par de veces aquella noche en que conocí a Esmeralda. La muerte anda por ahí, y un día todo cambia, para siempre… y sólo ella, Esmeralda, sabe el dolor profundo con el que deberá aprender a vivir.