domingo, febrero 14

Final-Comienzo

Como en una película digna de un premio de alguna academia, decidí que sus últimos días debían ser más felices… o no tan tristes al menos. Yo no quería “recuperar tiempo perdido”… quería ganar tiempo vivido con ella, quería una oportunidad para cambiar la última recta de nuestro destino compartido.


Tomábamos café después de sus citas médicas. De regreso del trabajo, invariablemente, siempre le compraba un chocolate que ella se comía mientras conversábamos de cualquier trivialidad. Le llevaba sus “aves del paraíso” y ella sonreía. Y yo le decía que todo estaría bien… que había esperanzas.


Supongo que para entonces el tiempo ya corría al revés, que se nos escapaba de las manos… ¿Se puede abrazar el pasado en unos cuantos días? Yo quería saberlo todo, antes de que ella ya no estuviera, antes de que ya no hubiera modo de encontrar respuestas: ¿cuál había sido su historia?, ¿quién era ahora?, ¿qué palabras debía yo recordar para aminorar el dolor?


El relato de familia estaba lleno de huecos, de saltos temporales, de secretos que terminaron en distanciamientos e incomprensión… Y luego todo se agolpó en el presente para modificar para siempre nuestro futuro: esa herencia marcaría nuestra vida de una manera que quizás nunca nos imaginamos.


“A veces se aprende recién al final”, dice Jorge Drexler en su Polvo de estrellas… Y aunque haya quienes me consideren cursi, hoy más que nunca creo que todos tenemos una misión, y que tarde o temprano la encaramos. El final de alguien a veces es inicio… retorno… un nuevo comienzo; y el dolor se transforma en experiencia de vida.


Hoy ésta es mi historia…


Y en los momentos difíciles, cuando parece que no hay de dónde asirme, miro hacia atrás, hacia el camino del que he venido. Creo en la justicia, en la verdad, en el amor… creo en la oportunidad de “hacerlo mejor”. Ése es mi legado, el que a diario construyen quienes jamás me abandonan… y del que han sido partícipes quienes, a pesar de ya no estar aquí, jamás me abandonarán.